Dibujar con alumnos, o mejor dicho, sobre todo, invitarles a que dibujen ellos, lo he hecho, en diversas ocasiones, aunque ellos estuvieran al final de la ESO o en los últimos años del Bachillerato y lucieran sombra de bigote, algunos.
La primera vez que pensé hacerlo, sistemáticamente, fue durante... o tras una conversación con un viejo y querido amigo: Pedro Álvarez Lázaro.
Era una de esas raras ocasiones en las que paraba por mi tierra -para alguna charla, supongo- y habíamos quedado a desayunar. Mientras dábamos cuenta del zumo (de naranja, claro), la tostada y el té o lo que fuera, nos poníamos al día.
Durante el rato en que él preguntaba y yo, intentando ser fluida, contaba aquello en lo que andaba metida, (lo recuerdo como si fuera ahora) me para con la mano y comenta: "¡te cargas las imágenes!". "De Lógica...", pienso, -mientras sigo hablando y apenas alzo un poco los hombros- "...no las necesito" y poco después... "no las necesito, pero ellos sí" ...y, antes de terminar la frase que tuviera marcha, la apuesta estaba hecha.
No creo que se lo dijera, tal vez no lo haya expresado hasta ahora pero...
A partir de ese día, los alumnos elegían la frase, párrafo o fragmento que más les había hecho pensar, dudar, sentir... el que les resultaba más importante o significativo de cada uno de los capítulos del primer ensayo que leían: Ética para Amador (1) y creaban una imagen que plasmaba cómo imaginaban los conceptos.
Ante el "no sé dibujar" la respuesta era la misma: no iba a importar la técnica, sino la intención, la frase elegida, lo que quisieran mostrar... el cuidado que pusieran.
Viendo los primeros, los veía a ellos, ¡tanto! que yo, que siempre he devuelto trabajos, imaginándolos no valorados, rotos, perdidos algún día... por ellos y, también por Savater, les pedí que pusieran claros y visibles sus datos y, con su permiso, los guardaba en casa, organizados por curso, centro, año... como el tesoro que en ellos veía y con la esperanza y aviso de que, algún día, se los haríamos llegar a Fernando.
Y así ocurrió hace no mucho, justo el curso en que me fue evidente que -dados los cambios y cómo nos afectaban- sería raro que hubiera dibujo posterior que se quedara fuera.
Busqué el texto, lo copié, seleccioné todas las que pude... (2) fui ilustrando y cerré en PDF. Mi parte hecha, grabé un disco, dos. Y los envié. El primero a la dirección de Madrid que me hizo entregar el filósofo un día a través de Atienza. El segundo, por respeto, a la editorial. Ni sé si puse remite, no habiendo alumnos a quienes comunicar, de ninguno esperaba respuesta.
Para hacer, dos veranos, uno por libro, fue suficiente.
¿Han sido vistos? Muy poco.
Por pudor. Prefiero quedarme corta que saltar la línea que diferencia hacer algo con alguien de usarlo.
Por respeto a persona y empresa. ¿Cómo iba a difundir saltándome derechos?
Aún así, por protocolo, dicho de otra manera, por ese "debe" que algunos, solemos "autoimponernos" lo envié a Dirección del último Centro -en el que, desde junio, no estaba- con intención de que se hiciera saber a alumnos que no vería -y, para mis efectos y, en su nombre, a todos- que lo que había que hacer... estaba hecho.
Por lo demás, por lo que a mí respecta, algún que otro alumno con problemas lo tuvo y, una o dos amigas han puesto encima sus ojos. Y, aunque solo sea simbólicamente y, a través de un par o tres de recortes turbios, ahora vosotros.
etc. etc.
(1) En ocasiones y, sobre todo, en tiempos de Educación para la Ciudadanía también los hicimos de Política para Amador.
(2) Imaginé poder hacer en el futuro una versión en la que sobre texto fijo aparecieran alternándose de forma aleatoria todas las imágenes que no podía mostrar, a la vez, esa vez.
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